El tejido linfático o linfoideo es el componente principal del sistema
inmunitario y está formado por varios tipos diferentes de células que
trabajan juntas para combatir una infección. El tejido linfático y el
sistema inmunitario pueden participar también en la lucha contra algunos
tipos de cáncer. Este sistema rechaza, además, los tejidos recibidos de
otras personas, tales como las transfusiones de sangre o los
transplantes de órganos.
El tejido linfático se encuentra en
muchos lugares del cuerpo, incluyendo los ganglios linfáticos, el timo,
el bazo, las amígdalas y la médula ósea, y también se halla disperso
dentro de otros sistemas, como el digestivo y el respiratorio. El
sistema linfático es el encargado de enlazar todos los tejidos
linfáticos entre sí.
El tipo principal de célula que forma el
tejido linfático es el linfocito. Los linfocitos, a partir de los cuales
se desarrollan los linfomas, circulan por el sistema linfático en
dirección al torrente sanguíneo. Hay dos tipos principales de
linfocitos: los linfocitos B y linfocitos T. Aunque ambos tipos pueden
producir un linfoma, los de células B son mucho más frecuentes que los
de células T. Ambos tipos son responsables, respectivamente, del 85% y
del 5% de los casos de linfomas no Hodgkin.
Los ganglios
linfáticos son órganos del tamaño de una judía que se encuentran
localizados en todo el cuerpo y que están conectados mediante un sistema
de vasos linfáticos. Estos vasos son parecidos a las venas, pero, en
vez de llevar sangre, transportan linfa, un fluido que contiene
productos de desecho y excesos de fluido de los tejidos corporales, así
como células del sistema inmunitario que se trasladan a los ganglios
linfáticos de otros tejidos. Los ganglios linfáticos aumentan de tamaño
cuando están combatiendo una infección. Y un ganglio linfático grande es
indica con frecuencia la aparición de un linfoma
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